Cañonero»General Concha».

Al Excmo. Sr. Comandante General del Apostadero de Cádiz, el Oficial que suscribe, que por estar prisionero el Alférez de Navío Sr. Ramos Izquierdo, es el único oficial de guerra que de los que estuvieron a bordo del “Concha” durante los sucesos del día 11 del presente mes, se encuentra en libertad, da parte de lo siguiente: Poco después de haber salido de a bordo para Alhucemas[16] el Alférez de Navío Lazaga, al mando de un bote armado, fue aumentando considerablemente el número de moros que había en la playa, dando muestras de desagrado por las maniobras que a bordo se efectuaban, con el fin de salvar al buque, y empezaron a diseminarse en distintas direcciones por grupos más o menos numerosos, hacia las alturas que dominaban el barco. De pronto nos hicieron varias descargas, matando al marinero José Piñeiro e hiriendo en un brazo al Alférez de Navío Ramos Izquierdo.

Ante dicha agresión, ordenó el comandante que la gente que estaba a popa se armase, bajando para ello a las cámaras, donde con anterioridad había sido llevado todo el armamento, para evitar que se mojase a proa, y que después, sin disparar se apostasen algunos hombres en cubierta, en los sitios de más resguardo, y otros en los portillos[17], para observar los movimientos de los moros. Intentaron entonces, algunos de ellos, apoderarse del chinchorro que estaba al costado, viniendo para ello a nado. En vista de esto se ordenó hacer fuego, produciéndole algunas bajas; se dispuso al mismo tiempo cubrir la artillería de popa, pero al cumplimentarse esta orden, arreció el fuego de los moros, matando al Condestable[18] Muñoz, hiriendo a los sirvientes[19] y a otros marineros que se hallaban en cubierta, por cuyo motivo, mandó el comandante guarnecerse en las cámaras.

Mientras esto ocurría a popa, continuaban a proa en el lugar de la avería, ocho o diez hombres, dos contramaestres[20] y el que suscribe, llevando a cabo los trabajos encaminados a contener las vías de agua, que amenazaban inundar el buque. Fuera los moros seguían haciendo un fuego tan nutrido y certero, que no permitía a hombre alguno, asomarse siquiera a cubierta, pues los que lo intentaron, fueron desde luego, muertos o heridos. Motivo por el cual no era posible enviar armas ni municiones a la gente que en el sollado[21] trabajaba, ni que éstos fueran a unirse a la gente de popa, abandonando sus trabajos.

Así continuaron las cosas hasta después de mediodía, en que una avalancha de moros asaltó el barco por la proa, yendo un gran número de ellos y por las escotillas al sollado. Los que allí estábamos, armándonos con palos y los demás objetos que cada uno pudo coger, nos defendimos; pero acorralados y arrollados por el número, los que no fueron muertos o heridos, fuimos a viva fuerza sacados a cubierta y arrastrados hacia el castillo[22], con ánimo de hacernos prisioneros. En este momento, el comandante, seguido del Alférez de navío Izquierdo, ya herido, y de un grupo de marineros, arengándolos al grito de ¡Viva España¡, cargó hacia proa haciendo fuego, consiguiendo así hacer huir a los moros de a bordo; momento que fue aprovechado por los que en su poder nos hallábamos para abrirnos paso entre ellos y unirnos a nuestros compañeros de popa, a excepción del contramaestre Lucero y Estenia, que fueron llevados a tierra.

Zona Protectorado Español en Marruecos.

Al efectuar la incorporación a popa, hubo algunos heridos, entre ellos el que suscribe, que recibió un balazo en el cuello. En la carga anteriormente citada, murió el comandante y algunos de los que con él iban, hiriendo a otros. El resto volvió a ocupar los puestos que antes tenían.

Por muerte del Comandante, asumió el mando el Alférez de Navío Izquierdo, quién dispuso se siguiera disparando solamente cuando pudieran ocasionar bajas al enemigo, y continuando en esa forma hasta que a eso de las tres de la tarde, se presentó el marinero Estenia que antes había sido llevado por los moros, trayendo un papel en el que los moros proponían la rendición del buque, permitiendo en cambio no hacer daño a la dotación, y diciendo que en caso de no aceptar, volarían el barco con dinamita. El Alférez de Navío Izquierdo consultó la opinión del contador y del que suscribe, únicos oficiales que había a bordo, y por unanimidad opinaron que no debía rendirse el buque, sino persistir en su defensa, sin contestar siquiera a tal proposición, quedando a bordo el marinero Estenia.

 Transcurrió el tiempo en la misma situación, sin cesar el tiroteo, hasta que a las cinco de la tarde, se notó que cesaba el fuego, viendo al mismo tiempo que un cañonero español, que resultó ser el “Lauria”, se aproximaba. Al poco rato un bote de dicho cañonero se dirigió a la playa, de la que salía a su encuentro otro tripulado por moros, llevando ambos bandera blanca. El bote moro al pasar por el costado del “Concha”, manifestó que no se hiciese fuego, porque iban a parlamentar, y que comunicarían el resultado; pero que no permaneciera en cubierta más que el capitán.

A pesar de ésta, al parecer, cese de hostilidades, los moros hacían descargas al “Concha” en cuanto alguien trataba de salir a cubierta, lo cual ocasionó algunas bajas. Al regresar el bote moro, manifestaron que iban a tierra a celebrar junta. Durante el tiempo transcurrido en el desarrollo de estos sucesos, el buque seguía sumergiéndose de popa, invadiendo ya el agua, los pañoles de municiones.

Ya al anochecer, viendo que el buque seguía sumergiéndose por momentos, que continuaban los disparos, aunque con menos intensidad, sin tener noticias del resultado de las conferencias, y en vista de la imposibilidad de comunicar con el “Lauria”, se enviaron a nado dos fogoneros, González Maldonado y Carrascosa, que voluntariamente se prestaron a ir a dicho buque y poner en conocimiento de su comandante la situación en que nos hallábamos.

Entretanto el agua seguía aumentando y haciéndose imposible la permanencia en las cámaras. Se subieron a cubierta a los muertos y heridos, y se arrojaron a los pañoles ya inundados, el armamento y municiones que aquellos ya no podían utilizar. También, y en presencia del Contador y del que suscribe, abrió el Alférez de Navío Izquierdo, la caja de plomo de señales de reconocimiento, quemando su contenido.

La noche avanzaba y aprovechando su oscuridad, se arrió un bote en el que se metieron el mayor número de heridos y gente que fue posible, con el ánimo de trasladarlos al “Lauria”; pero estando todavía atracado al costado, arreció el fuego de los moros, tiroteando vivamente al buque y al bote. En el primero, recibió una herida en el otro brazo, el Alférez de Navío Izquierdo y otros individuos que no puedo precisar, y en el bote también ocurrieron bajas. El “Lauria” entonces, apercibido, sin duda, hizo algunos disparos de ametralladora y cañón, que acallando momentáneamente el fuego de los moros, permitió alejarse al bote, que logró llegar al “Lauria”.

El buque seguía sumergiéndose, oyéndose a veces crujidos y conmociones, debidos sin duda a quebrantamientos. El agua bañaba ya la cubierta, y siendo imposible el salvamento marinero del buque y su defensa militar, dispuso el comandante accidental, Sr. Izquierdo, que fueran abandonando el buque a nado, todos aquellos que se encontraran en condiciones de hacerlo. Entonces fueron poco a poco, arrojándose al agua algunos de sus tripulantes que se consideraron con ánimos para alcanzar el “Lauria”, no sin ser tiroteados desde tierra, cada vez que alguno lo hacía, a pesar de lo cautelosamente que se efectuaba.

Antes de abandonar el buque, cada uno fue arrojando al agua su armamento. Próximamente[23] a la una de la madrugada, ya solo quedaban a bordo el Alférez de Navío Izquierdo, herido en ambos brazos, unos cuantos heridos graves, faltos de movimiento; varios tripulantes que no se decidieron saltar a nado, y además el Contador y el que suscribe, quienes después de consultar nuevamente con el Alférez de Navío Izquierdo y autorizados por este, se decidieron a trasladarse al “Lauria” a nado, efectuándolo al mismo tiempo el maquinista Silva.

Nuestra salida fue como las anteriores notadas desde tierra, haciéndonos nuevos disparos.

Después de nadar un tiempo, el maquinista, no contando con fuerzas para llegar a ser recogido por algún barco, decidió volverse a tierra a la costa más próxima, continuando el Contador y el que suscribe nadando durante algún tiempo, que no pueden precisar, hasta que próximos al “Lauria”, fueron recogidos por el chinchorro de dicho buque, que los llevó a bordo.

Respecto a la suerte del maquinista que salió con nosotros, he sabido con posteridad que fue hecho prisionero y está ya libertado.

Esto es, Excelentísimo Señor, el relato que puedo hacer de los sucesos ocurridos a bordo del “Concha”, unos presenciado por mí y otros y otros sabidos por mis compañeros y subordinados.

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